lunes, 18 de julio de 2011

EL RODILLO CAUTELOSO

La primera fase del Europeo Sub20 realizada por el combinado español en Bilbao no merece otro calificativo que el de sobresaliente, incluso superando las expectativas creadas, las cuales ya de por sí eran muy altas. Tres victorias inapelables en las que sólo Grecia fue capaz de ofrecer algún pequeño atisbo de resistencia. Turquía y Austria fueron simulacros de rivales, equipos empequeñecidos por un vendaval de juego veloz y furioso con una enorme capacidad para, desde una asfixiante defensa, abrir el campo y martillear el aro rival una y otra vez a base de un ritmo rápido y posesiones cortas, de esas que no dejan al contrario ni pararse un segundo a intentar colocarse en defensa y sólo pueden resoplar ante lo que se les viene encima (contra Austria hubo momentos de un “run&gun” tan enloquecido que al lado de aquello el mismísimo Mike D’Antoni parecería Messina).

Los números en este caso son terriblemente esclarecedores sobre las diferencias entre el nivel de juego de nuestra selección y sus adversarios hasta la fecha. Tres victorias con un marcador global de 304-165, es decir, los tres choques arrojan un marcador medio de 101.3-55. Terrorífico. Una diferencia media de más de 45 puntos. Y eso que presentamos un paupérrimo y muy preocupante 57 de 88 en tiros libres, aspecto muy a mejorar. Es como si esa urgencia en el juego, esa combinación de nervio y velocidad, no conociese pausa ni en el momento del tiro libre, ese momento del juego que se basa sobre todo en la concentración y el temple de las emociones.

Nikola Mirotic, la productividad sin límites.


La mayoría de grandes entrenadores suelen tener un gran nivel de exigencia durante los 40 minutos del juego, exigencia que intentan trasladar a sus jugadores. Es habitual oírles hablar de que nunca hay que bajar los brazos ni disminuir el nivel del trabajo, ni ganando por 50 puntos, ni perdiendo por 40, ya que todo lo que trabajes, aunque sea en el minuto 39 de un partido totalmente decidido, de alguna manera te va a valer para el futuro. Ese tipo de ideología estajanovista siempre ha tenido un buen predicamento en el baloncesto español, alcanzando su cenit en el mundial del 2006 donde Pepu Hernandez consigue formar un bloque capaz de jugar cada partido como si fuera el último, como si no hubiera uno siguiente. Yo sinceramente no creo que en verdades absolutas ni un único camino en el deporte, por lo que también pienso que es bueno que los equipos sepan de vez en cuando cambiar el chip según el partido, y una correcta dosificación física y psicológica hace que las escuadras lleguen en mejores condiciones a los momentos decisivos de los campeonatos, pero lo que está claro es que a nuestro baloncesto nos va ese tipo de entrega y derroche en la cancha sea cual sea el partido y el marcador. 

Lo mejor de esta primera fase, independientemente de los brillantes resultados, es la seguridad de haber encontrado nuestro juego en ese ritmo alto del que tanto hablamos, en algo tan sencillo y tan viejo como defender y correr, y que destroza todas las teorías tácticas de los apóstoles de los banquillos y estrategas del basket-control que tanto daño han hecho al baloncesto desde el punto de vista de la estética del espectáculo. También hay buenas dosis de garra y coraje en esta selección para compensar algún déficit de centímetros de nuestros pivots. Evidentemente la cosa pinta bien, muy bien, pero no dejemos de mirar de reojo a esa Francia que es puro hormigón armado (42,6 puntos de media recibidos en la primera fase hablan a las claras de que es el equipo más duro e incomodo del torneo) 

Francia se confirma como el rival a batir.


En lo individual, y como era de esperar, Franch y Mirotic han tomado las riendas del liderazgo del equipo. El base verdinegro es el líder en asistencias del torneo, y el ala-pivot madridista el máximo anotador del campeonato (25 puntos por partido en… ¡24,3 minutos de juego!, con un escalofriante acierto de casi un 80% en canastas de dos puntos) Se confirman así como nuestro dueto clave, uno como director y otro como ejecutor. Los 6,7 rebotes por choque que acompañan las estadísticas del cestista nacido en Montenegro, le dan hasta el momento el papel del mejor jugador del torneo. También hay que destacar la labor de Joan Sastre. Me encanta este jugador, es puro talento, anotador desinhibido, tirador sin complejos, haciendo honor a su segundo apellido, Morro. El mallorquín ya ha sido un habitual de las rotaciones de Joan Plaza esta temporada en el Cajasol, y con la marcha de Bullock, bien haría bien el buen técnico catalán en apostar definitivamente por este diamante en bruto y darle galones en pista para que se las juegue con ese desparpajo que le vemos en la selección. Un Sastre que si tiene el día inspirado le hace un traje a cualquier rival.  

Joan Sastre, el Morro de la selección.


Pero si hay algo que me está gustando de la selección es lo bien que se están conduciendo por el torneo en el terreno de las emociones y las euforias. Orenga llegó a Bilbao con una prudencia muy admirable desde el primer momento, prudencia que sigue transmitiendo al grupo y al entorno. Somos un rodillo, sí, pero un rodillo cauteloso. Hasta para dar una buena paliza en la vida hay que saber hacerlo con cierta discreción. 

Por lo demás, al margen de nuestra selección, confirmar la fortaleza de la mencionada Francia, y ver con cierta sorpresa que Serbia o Lituania ya estén fuera de la lucha por el torneo, y junto a Austria y Croacia permanecen en la capital guipuzcoana simplemente para luchar por la decimotercera posición. Decepcionante papel para equipos que en cualquier categoría siempre suelen estar en la lucha por las medallas.  

Lituania, la gran decepción.

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