jueves, 29 de septiembre de 2011

DEMASIADO CORAZON

El pasado martes discurría la tarde con el habitual carrusel de partidos futbolísticos de la Champions League (no sólo de baloncesto vive el tirador melancólico) cuando el bueno de Paquito Gonzalez daba una noticia de última hora de manera escueta, breve y concisa: Arvydas Sabonis había sufrido un infarto al corazón, el temido infarto, esa sombra que planea siempre sobre las cabezas de todos los que vamos llegando a una edad. 

El infortunio le sobrevino realizando lo que más le gusta, lo que mejor sabe hacer, y aquello que le ha dado la gloria, y recíprocamente él ha ayudado a hacer más grande: el juego del baloncesto. El pasado martes, como decimos, en plena cancha en su Kaunas natal sufrió un desvanecimiento que ha resultado ser un ataque a su enorme corazón de gigante lituano. Uno se imagina que no puede haber sitios más dulces para dejar la vida que una cama entre los brazos de la mujer amada, o una cancha de baloncesto practicando tu deporte favorito (así fue como nos dejaron el gran genio Pete "Pistol" Maravich, o el joven y brillante cineasta Ted Demme). Aunque por otro lado la actual inmortalidad que disfrutamos (uno es inmortal hasta el día de su muerte) nos gusta demasiado como para pretender abandonar esta condición y naturaleza. 

Afortunadamente las noticias que nos llegan desde Lituania hablan de un Arvydas fuera de peligro. Pero ha servido para darnos cuenta del impacto que tiene el gran pívot aún hoy en nuestras vidas, y desde luego pocos personajes más queridos por nosotros podrá encontrar el lector en este blog. En Sabonis se dan una serie de circunstancias que hacen que sea una figura casi paternal para “El tirador melancólico”. En primer lugar, para todos los que hemos nacido en los 70, significa uno de esos héroes de nuestra infancia, pubertad o adolescencia. Representante de la generación dorada del baloncesto del Este de Europa de los 80, un baloncesto europeo que vivía bajo la dictadura de dos potencias, yugoslava y soviética, haciendo que para el resto de los países alcanzar siquiera unas semifinales en cualquier torneo fuera una enorme hazaña. Por otro lado, como madridista, su paso por nuestro equipo lo recuerdo como quizás la última época en la que fuimos grandes de Europa y el Real Madrid era una referencia a nivel mundial en baloncesto. Sabonis también representa parte de esa nueva Europa que vimos cambiar a principios de los 90. Las descomposiciones de Yugoslavia por un lado, y del extenso coloso soviético por otro (todo ello unido a la caída del Muro de Berlín en el 89, acontecimientos que parecían hacer profética la canción de Ilegales “Europa ha muerto” ocho años antes, al menos la Europa que conocíamos) trajeron también consecuencias en el mundo del deporte, y ahí estuvo el gran Arvydas erigiéndose como líder de una Lituania que siempre ha vivido por y para el baloncesto casi como si fuera su religión. El Sabonis ex –jugador también es una figura que nos resulta francamente grata, siempre vinculado al baloncesto, a su país, era un placer verlo en las gradas lituanas el pasado Eurobasket acompañado de sus guapísimas mujer (miss Lituania 1989) e hija. Sus vínculos con España y nuestro baloncesto tampoco han desaparecido, concretamente con Malaga (posee una casa en Torremolinos), así sus tres hijos varones, Zygimantas, Tautvydas y Domantas, tratan de hacer carrera en la cantera del Unicaja y asegurar la pervivencia de uno de los apellidos más ilustres que ha dado el mundo de la canasta.    

Sufriendo por Lituania al lado de sus chicas.


Finalmente, y como ya expusimos en nuestra entrada “Safe european home”, en lo plenamente deportivo y baloncestístico, Sabonis ha sido el más grande, no tenemos duda, seguimos pensando lo mismo, ha sido algo excepcional, nunca hemos visto nada igual, y sólo las lesiones impidieron no desarrollar el auténtico potencial de un jugador que tuvo que conformarse con jugar por debajo de su 50%, pero que no tenía absolutamente ninguna fisura en su juego, todos los conceptos y aspectos de este deporte los dominaba con insultante facilidad… su único pero, como hemos dicho, el físico.   

Seul 88. Sabonis revolution.


Recordemos que sin el Sabonis de Seul 88 y su tunda al marine Robinson no hubiera existido el Dream Team de Barcelona 92. Él hirió de muerte al orgullo yankee, y cambió para siempre la manera de ver nuestro baloncesto desde el otro lado del Atlántico. En definitiva, cambió el baloncesto moderno.      


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