lunes, 19 de mayo de 2014

EL CALLO



So fucked up



El sueño madridista de levantar la novena copa de Europa tendrá que esperar, al menos, una temporada más. El histórico Maccabi Tel Aviv de David Blatt vuelve a reinar en el Viejo Continente, con un técnico que ya es campeón de Europa de selecciones y de clubes, y que demuestra una vez más que los favoritismos no sirven de nada en esta competición. 

Hace poco más de un mes, el pasado 16 de Abril, el flamante campeón de Europa visitaba un Mediolanum Forum de Milán que para siempre será ya una cancha talismán en la historia del conjunto hebreo. Abría su serie de cuartos de final contra un Emporio Armani que contaba a favor con el factor cancha, así mismo como con la presión añadida de ser anfitriones de cara a la final a cuatro. En un espectacular partido, prórroga incluida, los de Blatt ponían el 0-1 en la eliminatoria y rompían el factor cancha a las primeras de cambio. Tyrese Rice, nuevo héroe macabeo, contribuía con 17 puntos a la victoria visitante, pero era Ricky Hickman, espectacular con 26 puntos y 36 de valoración quien se llevaba los máximos honores. Los de Blatt sólo habían necesitado cinco rebotes ofensivos para conseguir tumbar al Milán. Ayer al Real Madrid les birlaron 19 rechaces en su propio aro.  

La maldición del anfitrión se consumaba una vez más (Madrid 2008, Barcelona 2011, Estambul 2012…) y el Maccabi se metía entre los cuatro aspirantes al título. Ya teníamos cenicienta, convidado de piedra, perita en dulce, como lo quieran llamar. El equipo que ya bastante había hecho con llegar ahí y viajaba a la cita definitiva sin presión, pero con el peso de una camiseta histórica y con una afición incansable detrás, imbuyendo a los jugadores de una fe en sus posibilidades a la postre decisiva para no sólo no ser echados en ningún momento de la pista por dos escuadras tan poderosas como los actuales CSKA Moscú y Real Madrid, si no para incluso acabar levantando contra pronóstico la copa de campeones. Otra vez contra pronóstico, como el Olympiacos durante las dos últimas temporadas.   

¿Se imaginan a Ettore Messina viendo como a una de los mejores plantillas que ha tenido en los últimos tiempos le remontan 15 puntos de ventaja en poco más de un cuarto? Sucedió en el partido que abría la final a cuatro. El CSKA llegaba a mandar por 55-40 a punto de finalizar el tercer acto y parecía tener encarrilado su pase a la finalísima. No contaban con la muñeca de un veterano como David Blu (anteriormente conocido como David Bluthental) quien en la que ya ha anunciado que va a ser su última temporada en activo como jugador profesional de baloncesto decidió vestirse de héroe para asestar cinco triples como puñaladas mortales en el corazón de un equipo moscovita incapaz de responder ante la furia amarilla. El milagro Blatt, ese entrenador que rompe los pronósticos constantemente y sigue engordando un palmares de leyenda sin realmente haber estado al frente de los mejores equipos ni presupuestos, se producía de nuevo, encarnado esta vez en la figura de un loco sin miedo llamado Tyrese Rice, quien inscribe su nombre para siempre en la historia de la mejor competición del baloncesto continental. El exterior virginiano se lanzaba hacia la canasta rusa aprovechando la perdida de Khryapa (y precisamente Khryapa, el jugador más simbólico del actual CSKA) para certificar otra remontada histórica que quedará en los anales de una competición acostumbrada en los últimos tiempos a descubrirse ante hazañas de este tipo y épicas remontadas. Se llama dar el callo, un callo que tienes que tener trabajado después de muchas comparecencias en estas citas entre los mejores. El Maccabi, que duda cabe, lo tiene.     


El fin de semana de Rice. Primero cargándose al CSKA.


Saltaba la sorpresa y el duelo fraticida entre los dos representantes españoles cobraba mayor calidad de final anticipada que nunca. El Barcelona salía dispuesto a darnos la razón a quienes habíamos asegurado que llegaban en un mejor momento de forma que los blancos. Un espejismo. El Real Madrid de Pablo Laso dejaba un partido para la historia. Uno de esos encuentros que habrá que enseñar a las generaciones posteriores para demostrarles a que jugaba este equipo. Es cruel pensar que un partido así no haya servido para nada. Nos negamos a pensar así. El equipo blanco dio una exhibición de buen baloncesto, juego colectivo y sacrificio colectivo, en el que aún así había que centrarse en algunos nombres propios, especialmente Sergio Rodríguez, demostrando porque era el MVP de la temporada en Euroliga, y Nikola Mirotic, reivindicándose en el mejor escenario posible. Como digo, partido para las hemerotecas y que con el tiempo será recordado como merece, pese a suponer la antesala de otra decepción madridista, y no de la reconquista europea. El Real Madrid había arrasado a todo un Barcelona, a un equipo que había visitado cinco de las últimas seis finales a cuatro (sólo se había notado su ausencia precisamente en la edición disputada en la Ciudad Condal en 2011), al equipo de Navarro, el devorador de títulos, de Lorbek, de Huertas, de Tomic, de Nachbar, o de Papanikolau, hombre clave en los dos últimos entorchados del equipo griego de Olympiacos. Y aún así la estadística dejaba un dato preocupante para los blancos, más allá del número, plasmado en una sensación que ya hemos comentado alguna vez en este blog cuando hemos analizado las (escasas) fisuras que puede presentar un equipo tan exuberante como este Real Madrid de Pablo Laso: la dificultad del equipo madridista para cerrar su propio rebote. Una debilidad a la postre definitiva en el partido final. 

Ettore Messina y Xavi Pascual. Uno en su décima Final Four, otro en su quinta participación en este evento. El italiano, con cuatro títulos a sus espaldas, el español, triunfador en 2010 dejando en la cuneta precisamente al CSKA Moscú en semifinales. Dos entrenadores con gen ganador. No se merecían el castigo de ese partido por el tercer puesto que la Euroliga debería pensar seriamente en suprimir. Aún así, había que pasar el trago, con un Barcelona quitándose la espina y Navarro (20 puntos en 17 minutos) recuperando sensaciones. Triste adiós de Messina en su CSKA (y quien sabe si en el baloncesto europeo) cerrando su participación como el peor equipo de los cuatro contendientes.     


El horror, el horror.


“Ganamos seguro”, decía Miguel Ángel Paniagua en Tiempo de Juego de la cadena COPE minutos antes de comenzar la gran final, con el consiguiente tembleque sufrido por vuestro amigo El Tirador, temeroso siempre de vender ninguna piel del oso antes de cazarlo y supersticioso hasta la médula (ni que decir tiene del horror producido ante la visión de Ana Botella e Ignacio González arropando a Florentino Pérez en el graderío italiano, tras su desastre olímpico, empeñados en alimentar el gafe) Y lo cierto es que el Madrid era muy favorito para ganar este partido. Tan favorito que la presión sobre las espaldas de los jugadores se podía pesar con una balanza. Laso y los suyos, no obstante, parecían cautos. El equipo de David Blatt había demostrado de lo que era capaz remontando heroicamente ante el CSKA y el Madrid sabía que para ganar había que dar el callo, que no iban a echarlos de la pista como si hicieron con un Barcelona desangelado. Rudy, generoso en el esfuerzo con un dedo roto, mostraba el camino hacia la gloria con cinco puntos consecutivos. Soltando los nervios. Los tres primeros lanzamientos del equipo blanco (excepto dos tiros libres de Rudy) venían desde más allá del 6.75 (sólo anotando Rudy, en la primera jugada del partido). La tendencia estaba clara. Los de Laso habían obtenido un descomunal 14 de 29 en triples frente al Barcelona dos jornadas antes. Nadie criticó aquel día el exceso de juego exterior del equipo de Laso, pero ahora se hace hincapié en la dependencia de ese tipo de lanzamiento por los blancos. Lo cierto es que el Maccabi comenzaba mejor el partido, repuestos del impacto inicial de Rudy, estiraban el marcador hasta un 7-13 que hacía ver a los blancos que aquello no iba a ser fácil (ya saben, el callo) Rudy seguía echándose el equipo a la espalda a pesar de su lesión y Felipe Reyes comenzaba su pequeño recital de lucha, coraje, puntos, rebotes, y callo, mucho callo. En un mal primer cuarto el Madrid se reponía gracias a un par de minutos de velocidad y de entrega por parte de su capitán.16-15.     


Horas antes del duelo.


Rudy volaba sobre el Maccabi para machacar el aro tras fallo de Felipe, así se abría un segundo cuarto en el que el Real Madrid jugaría sus mejores minutos y mostraría méritos para lucir un traje de campeón de Europa que le sigue esperando en los armarios de la historia del baloncesto. Slaughter, hundiendo el balón tras un alley-oop con el omnipresente Rudy, ponía la máxima diferencia en el marcador: 26-15. El Madrid, tímidamente, parecía que de nuevo iba a poner velocidad de crucero sobre el Mediolanum Forum, dirigido por el MVP Sergío Rodríguez y con dos jugadores que llevaban tiempo esperando esta cita como Rudy y Felipe. El gran capitán volvía a estirar la diferencia a 11 (33-22, minuto 17) El Maccabi sobrevivía gracias a los tiros libres y aparecía David Blu, otra vez él. Un impresionante triple sobre la bocina ajustaba el marcador a sólo dos puntos de diferencia, cerrando un parcial de 2-11 que metía a los de Blatt, exultante en la banda tras el triplazo de su jugador, en el partido. El técnico judío sabía del mazazo anímico que suponía aquello para los de Laso. El Madrid había sido muy superior en el segundo cuarto y sólo se llevaba dos puntos de renta a su paso por los vestuarios. 

El comienzo del tercer acto mostraba al Madrid mandando tímidamente, y a un Maccabi que comenzaba a tirar de sus mejores armas. Agotado el coloso Schortsanitis, los exteriores Hickman y Smith se hacían cargo de las operaciones. Fueron los teloneros de un Tyrese Rice que al poco comenzaría su espectáculo. Los macabeos sabían de la indolencia defensiva madridista cerrando su aro, y comenzaron un recital de penetraciones que, en caso de no obtener éxito, acababan en palmeos o rebotes ofensivos para un Alex Tuys engrandecido ante el agujero interior blanco. El partido estaba en el alambre. El Madrid no estaba cómodo, pero le bastaba para no perderle la cara a la final. El Maccabi no se descomponía. Era el momento de demostrar que se tenía callo en este tipo de partidos. 

El tercer cuarto finalizaba con un parcial de 20-20 que era fiel reflejo de la igualdad existente. La tensión a esas alturas era, sencillamente insoportable. Rice comenzaba a transmutarse en pesadilla blanca, con canastas como un triple que entra tras quedarse corto y botar en la parte frontal del aro. Era su día. No obstante parecía que los de Laso podían encarrilar el partido y vestirse de campeones. Sin lugar para las alegrías, y con el mono de trabajo puesto en ambos equipos (el callo, amigos, el callo), los triples de Mirotic y Sergio Rodríguez y una canasta de Darden abrían una pequeña brecha, un leve resquicio por el que se veía el sol, con 67-63 a falta de sólo tres minutos para el final. Era posible. Maccabi seguía recurriendo a lo mismo, penetraciones de Hickman y Rice. El base titular de Blatt recibía el tapón de un Mirotic por fin metido en el partido, pero recuperaba la bola (una constante durante todo el partido, los balones sueltos y sin dueño que acababan en manos hebreas) y no fallaba a la segunda oportunidad. Si lo hacía el ala-pívot montenegrino en el ataque siguiente, y Rice, quien si no, empataba el partido a 67. Un exhausto Rudy se unía a la serie de errores madridistas fallando su lanzamiento. Rice seguía lanzado hacia el aro rival, y aunque fallaba su ocasión ahí estaba Tyus en el rebote ofensivo para poner el 67-69. Zozobra blanca. Mirotic volvía a empatar el partido a 69. Blu ponía de nuevo por delante a los amarillos. Mirotic se la volvía a jugar. Fallaba. Rice no. 69-73 en el último minuto. El sueño se desvanecía. Pero el Chacho buscaba el milagro. Dos tiros libres suyos tras falta de Rice metían a los de Laso en el choque. El entrenador vitoriano se la jugaba en defensa (Darden y Slaughter por Chacho y Mirotic), y le salía bien, con Hickman errando y Rudy haciéndose con el rebote. El propio Rudy fallaría el ataque siguiente pero el rebote ofensivo, esa losa aplastante que acabaría sepultando al Madrid en esta ocasión le daba la vida, con Bourousis como héroe, sacando una falta personal a falta de 21 segundos. El griego hizo gala de nervios de acero para poner el 73-73 en el luminoso, y a sufrir en defensa. Que larga se hizo la posesión israelí, finalizada con un lanzamiento de Rice y Tyus, de nuevo, rozando el palmeo. El crono llegaba a cero y el Madrid seguía vivo. El baloncesto le daba una segunda oportunidad. Se jugaba la Euroliga en cinco minutos. 

Dicen que en una prórroga parte con ventaja el equipo que venía de atrás, espoleado anímicamente por llevar un partido que tenía perdido al tiempo extra. Quien formuló esta teoría no debía conocer a Tyrese Rice. Su enésimo triple volvía a poner por delante al Maccabi después de que Mirotic abriese el marcador en el tiempo extra. Bourosis volvía a responder desde el tiro libre, convertido ya en tabla de salvación madridista. Rice contestaba eliminando a Slaughter del partido, y castigando una perdida de Mirotic con otro triple. El propio jugador montenegrino volvía a anotar desde la línea de personal para dejar la desventaja en dos puntos. Turno para el Maccabi, lo cual era lo mismo que decir turno para Rice, quien viéndose defendido ante otra amenaza de penetración encontró un alley-oop para Tuys que volvía a poner cuatro arriba al Maccabi. La exhibición del base-escolta ampliaba sus registros, ya no sólo anotando si no asistiendo a los compañeros de manera letal. 79-83 y dos minutos por disputarse, con un Real Madrid cada vez con menos margen de error. Rudy se la jugó de tres, alguien tenía que hacerlo, y a partir de ahí la final se acabó para el equipo blanco. El Maccabi seguiría anotando en un carrusel de tiros libres dejando la diferencia final en unos doce puntos que suponían un castigo excesivo para un Real Madrid que sólo se descompuso en los dos últimos minutos. Maccabi, justo campeón. Desde aquel 16 de Abril en el que ponía el 0-1 en la serie de cuartos de final frente al Emporio Armani Milán en esa misma cancha lo suyo ha sido el triunfo de la fe… y del callo. 



Rice contra el mundo. Perdió el mundo.


Resulta difícil explicar porque al Real Madrid se le escapa por segundo año consecutivo un éxito para el que parecía destinado por calidad de plantilla y trabajo realizado durante toda la temporada. El pasado año hacíamos hincapié en la falta de experiencia blanca en este tipo de competiciones. El Madrid ha estado lejos de ser un habitual en las finales de cuatro, y esa falta de callo, que no sufre el Maccabi, una vez más ha sido decisiva. La imagen del equipo de Laso ha sido mucho más madura en esta final que en la de Londres. Pese a no encontrar su juego habitual, el Real Madrid ha estado prácticamente dentro del partido en todo momento, y pese al mal partido de algunos de sus mejores jugadores (especialmente Sergio Llull) ha demostrado que podía vencer al Maccabi sin tener que recurrir a su mejor versión. Si hubiera que buscar alguna clave, un detalle sustancial que haya apartado al conjunto madridista de su más preciado sueño, creo que ningún otro ha pesado tanto como el de no saber cerrar su rebote. Y eso si que es cuestión de callo. 


El proyecto de Pablo Laso, generoso con el espectáculo, necesitaba este triunfo para rubricar una apuesta que será despellejada sin piedad por los resultadistas. Una autentica lástima. El Real Madrid se consolida como uno de los grandes de Europa, pero vuelve a tropezar a la hora de subir el peldaño definitivo. No es poca cosa haber dominado el baloncesto nacional con la autoridad y el baloncesto desplegado por los blancos, pero falta ese puñetazo definitivo que mande de una vez a la lona a todo el baloncesto grisáceo y plomizo de los dictadores de la pizarra, esos que nos robaron la diversión argumentando que para ganar títulos sólo valía asfixiar la alegría del juego. Mientras el Madrid no aseste ese puñetazo la apuesta de Laso seguirá siendo una cuestión de fe para unos cuantos locos y enamorados de esto. Permítannos decir que nosotros estamos entre ellos. Seguimos creyendo en este equipo, en esta apuesta, y en este entrenador. El hombre que nos ha devuelto la ilusión y al que, a este paso, también le saldrá callo.     


Levántate y anda. Creemos en ti. 

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