martes, 5 de mayo de 2015

LA ÉPICA DEL COJO




Si la NBA es la mejor liga del baloncesto del mundo, y el campeonato donde se suceden las hazañas más asombrosas, son los play offs el territorio donde tales proezas alcanzan dimensiones legendarias y épicas que aseguran a sus protagonistas un lugar en la historia y en la memoria colectiva de los aficionados.  

Sucedió este fin de semana, minutos antes de que arrancara toda la parafernalia del decepcionante “combate del siglo” pugilístico entre Pacquiao y Mayweather. La serie de primera ronda Clippers-Spurs vivía su séptimo partido, siendo sin duda la eliminatoria más atractiva de los cuartos de final del Oeste, entre otras cosas porque asistíamos a la posibilidad de que los vigentes campeones cayeran a las primeras de cambio. Y así fue, pero gracias a una exhibición que como decimos entra directamente en la leyenda de los grandes momentos de la NBA. 

Era el final del primer cuarto cuando se encendían las alarmas en el banquillo de los Clippers. Chris Paul tras robar un balón y anotar un triple en contraataque sufría un pinchazo en sus isquiotibiales que le hacía enfilar el camino hacia los vestuarios. En un partido que suponía una auténtica final para ambos equipos y la posibilidad de seguir vivos en la lucha por el título, el pequeño y genial base de Carolina del Norte regresaba posteriormente a cancha infiltrado, cojo y lesionado. Poco pareció importarle para irse hasta los 27 puntos y 6 asistencias. Pero sobre todo para entrar en la leyenda al anotar la canasta decisiva (primera vez en la historia que una eliminatoria de primera ronda se resuelve por una canasta así) a falta de un segundo superando la defensa de un gigante en todos los sentidos como Tim Duncan (caballeroso, felicitando a sus rivales al término del partido y reconociendo la proeza de Paul) Otro de los momentos cumbres fue su triple para cerrar el tercer cuarto desde nueve metros y sobre la bocina. Y todo esto, repetimos, cojo. La actuación del base de Los Angeles Clippers irremediablemente nos ha hecho recordar a quienes tenemos una edad otra maravillosa exhibición de un base cojo (y posiblemente el jugador con quien más se haya comparado a Paul a lo largo de su carrera): era 1988 cuando Isiah Thomas engrandecía su leyenda al anotar 25 puntos en un cuarto jugando lesionado en su tobillo el sexto partido de las finales frente a Los Angeles Lakers. Una actuación para la historia que los aficionados pudimos contemplar gracias al inolvidable “Cerca de las estrellas” de Ramón Trecet, programa que retransmitió aquellas finales e hizo que muchos nos engancháramos para siempre a la liga de baloncesto más maravillosa del mundo. Aquellos Pistons acabarían perdiendo aquel título, después de haberse colocado 3-2 a favor en la serie, siendo derrotados en el citado sexto encuentro y séptimo, ambos con Thomas como decimos lesionado en su tobillo. El baloncesto recompensaría le esfuerzo de Isiah y de aquellos legendarios Bad Boys dándoles dos títulos consecutivos, el primero precisamente contra los mismos Lakers.     


Tim Duncan, grande en la derrota.


Chris Paul tendrá difícil vivir algo similar a lo de Thomas, debido a la extraordinaria competitividad actual. Pese a lo que opinen algunos “nostálgicos”, la NBA actual es mucho más imprevisible que la de la época de Isiah, cuando durante muchos años Lakers y Celtics dominaban la liga (con esporádicas apariciones de Houston o Philadelphia) y el crecimiento de equipos como Detroit, Chicago o Portland apuntaba a que les situaría en la élite. Paul sabe bien lo difícil que resulta hoy día que madure un proyecto ganador, cuando aquellos New Orleans Hornets que lideraba a finales de la década pasada no cumplieron las expectativas deseadas.  No obstante los actuales Clippers si deben ser tenido en cuenta como posibles candidatos al anillo, basados en la fenomenal pareja Paul-Griffin y con fantásticos jugadores de equipo a su alrededor como J.J. Redick o DeAndre Jordan.   

Como la magia y la maravilla no se detienen nunca en la NBA, anoche mismo asistíamos a otra proeza. Y es que con Paul finalmente ausente en el primer partido de segunda ronda frente a Houston Rockets, Blake Griffin, quien ya venía de hacer un triple-doble en el séptimo partido ante Spurs, repitió la gesta con un inconmensurable 26-14-13, en una versión desconocida hasta la fecha de la bestia de Oklahoma, convertido en un “all around player” y tapando la boca de quienes le acusan de ser un jugador eminentemente físico. A Griifin ya le habíamos visto un gran manejo de balón para un jugador interior y correr la cancha como un exterior en contraataques, pero ahora además demuestra que sin el genio Paul en pista, él mismo puede llevar la dirección del equipo.  


Lo dicho, la NBA es pura magia.    


El gran Isiah, otro abonado a la épica.

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