jueves, 10 de marzo de 2016

AITO ES DE TODOS



El mundo del baloncesto se pone en pie ante Aíto




Esta semana la ACB ha tributado un merecido homenaje a Aíto García Reneses, Don Alejandro, por sus 50 años vinculado al deporte de la canasta, como jugador, general manager, y por encima de todo entrenador. Además de recibir la insignia de oro y brillantes de la Asociación, la ACB propondrá al técnico madrileño para ingresar el Hall of Fame de Springfield, posiblemente el máximo reconocimiento a nivel global que una persona física puede recibir en este deporte. También se ha conocido la creación de un curso de baloncesto on-line basado en las enseñanzas de Aíto llamado “La pizarra de Aíto: 50 años de baloncesto en 20 lecciones”, con el que asegurar que el legado de nuestro entrenador más legendario permanezca vigente en las próximas generaciones. Y es que Aíto es ya patrimonio del baloncesto universal. Aíto es de todos, el Dios del baloncesto español, tal como lo definió Pablo Laso antes de la disputa de la final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Gran Canaria, trasciende colores, escudos y equipos para establecer una única identificación, un único vínculo: el baloncesto. 


El homenaje nos ha hecho recordar nuestro inacabado serial sobre la trayectoria ACB de Aíto, que comenzamos a redactar en la primavera de 2014 con motivo de sus mil partidos en la máxima competición de nuestro basket. Manifestamos nuestro deseo de retomar esa saga, pero admitimos que, desgraciadamente, cada vez nos cuesta más poder mantener un blog que no deja de ser un hobby y no nos procura beneficio material alguno. El tiempo es un bien escaso para los trabajadores, y no podemos dedicarle a esto todo lo que nos gustaría, pero intentaremos retomar aquel serial que analizaba la carrera de Aíto desde sus primeros tiempos como jugador del Estudiantes. Simplemente queríamos aprovechar la entrada de hoy para sumarnos al homenaje a tan prestigioso personaje, y detenernos en los dos puntos clave que explican el porqué de su importancia (los dos puntos clave para analizar el trabajo de cualquier entrenador): 


EL PALMARÉS Y LOS RESULTADOS: En principio se trata de algo objetivo, fríos números, que debajo de ello esconden un trabajo incluso en las derrotas. La cosecha se resume en 9 ligas ACB, 5 copas, 2 Korac, 1 Recopa, 1 ULEB, 1 Eurocup, 1 Copa Príncipe de Asturias, una plata olímpica y un bronce europeo juvenil. No está nada mal. La mayor parte de la colección la obtuvo con un Barcelona del que fue históricamente el mejor entrenador de todos los tiempos hasta la llegada de Xavi Pascual, ya que con Aíto son 17 títulos en 12 años y Pascual de momento lleva 9 en 6, incluyendo la Euroliga. Precisamente la Copa de Europa es la gran espina clavada en la trayectoria de Aíto, y motivo por el cual sus detractores encontraban un buen argumento para dudar del trabajo del técnico (¡cómo si las copas de Europa las regalasen!) Se aludía a su incompatibilidad con las grandes estrellas individuales y a su recelo de tener a sus órdenes a jugadores determinantes cuyo juego estuviera por encima de su pizarra. Argumento que alcanzó su mayor notoriedad con la negativa de fichar a un Drazen Petrovic que había alcanzado un acuerdo con el Barcelona para posteriormente acabar en el Real Madrid ante el titubeo barcelonista. Años después Aíto ha declarado que aquel rechazo era en realidad porque el contrato exigía que Drazen jugase un año más en la Cibona (como recordarán los madridistas, con aquella final de la Korac a doble partido contra el equipo de Zagreb y Petrovic ya fichado por el club blanco), y no le parecía de buen gusto tener fichado a un jugador que pudiera derrotarte en Europa, aunque por otro lado ha dejado intuir que el comportamiento del jugador no le parecía ejemplar (y en esto no hay más remedio que darle la razón a García Reneses, ya que Drazen era tan escandalosamente genial jugando como indisciplinado en todo lo que no que concerniera a su propio juego individual) Nadie sabe que hubiera pasado si el Barcelona finalmente hubiese ejecutado aquel acuerdo con Petrovic para vestirle de azulgrana, y si el genio de Sibenik hubiese dado la espantada a la NBA igualmente tras una sola temporada en España, lo que está claro es que un equipo con Petrovic, Epi, Jiménez y Norris hubiera sido absolutamente demoledor si Aíto fuese capaz de haber encajado las piezas. Hipótesis al margen, lo cierto es que aquel Barcelona fue uno de los grandes de Europa en su momento, como lo demuestra su habitual presencia en finales a cuatro de Euroliga en aquellos años. Su problema fue tropezarse en el camino con uno de los mayores genios que ha dado este deporte, y quien a diferencia de Petrovic además lo hacía desde una extraordinaria capacidad para hacer mejores a sus compañeros: Toni Kukoc, un 2.07 que podía jugar en cualquier posición y hacer de todo. Hasta en tres ocasiones consecutivas Kukoc cercenó las posibilidades continentales del Barcelona, y en las tres su equipo de Split se hizo con el título. Primero en las semifinales de Munich 89, posteriormente en Zaragoza, y para finalizar el triunvirato de amargo recuerdo azulgrana en Paris, ya con Maljkovic, anterior técnico de Kukoc, en el banquillo azulgrana, y Pavlicevic dirigiendo a un Pop 84 (anterior Jugoplastika) que además había sufrido las ausencias de Radja, Ivanovic y Sobin respecto al equipo campeón de los dos años anteriores. Pero estaba Kukoc. Años más tarde Aíto repetiría en dos finales de la máxima competición continental, cayendo primero ante el Olympiacos de David Rivers, y al año siguiente ante el Panathinaikos de la estrella NBA Dominique Wilkins, en aquella final marcada por el famoso tapón ilegal de Vrankovic a Montero. Siendo no obstante el palmarés de Aíto con el Barcelona realmente notable, resulta todavía más meritorio lo cosechado con aquel fantástico Joventut de Rudy Fernández, Pau Ribas y un jovencísimo Ricky Rubio. Una ULEB, una Eurocup y una copa del rey de España en un equipo que se codeaba con la élite nacional y continental a pesar de su escandalosa baja media de edad. Y no todo ha de medirse en títulos. Remontándonos a sus primeros años en Cotonificio y también Joventut encontramos a un técnico capaz de hacer competitivos a equipos inferiores en calidad y presupuesto a los grandes de nuestro baloncesto, cuestión que alcanza su cenit viendo lo logrado en Las Palmas, en un Gran Canaria al que ha hecho subcampeón de Eurocup (cayendo ante uno de los clubes más poderosos del continente como el Khimki ruso) y recientemente subcampeón de Copa en España. Los subcampeonatos, las finales, evidentemente no son títulos, pero, ¿alguien duda que haber llevado a las únicas finales de su historia a un club como el Gran Canaria no tiene tanto mérito como cualquier título ganado con un Madrid o un Barça? Entre medias un buen trabajo en Sevilla, otorgando estabilidad en ACB a uno de los clubes más modestos y trabajando con gente de nuevo insultántemente joven (Willy Hernágomez, Radicevic, Porzingis… o los “veteranos”, pero nacidos en los 90 Sastre, Satoransky, Balvin…) Sólo en Málaga encontramos el único punto negro en la carrera de Aíto. Destituido al tercer año y con la afición pidiendo su cabeza, su paso por el Unicaja no parece de grato recuerdo. Además la sensación era la de un Aíto hastiado y desmotivado, que incluso en los tiempos muertos parecía ni recordar los nombres de sus jugadores. Afortunadamente fue capaz de reinventarse de nuevo. No obstante, visto con perspectiva, hay que admitir que en Málaga cuanto menos cumplió, teniendo al equipo entre los cuatro mejores ACB habitualmente. Y es que por alguna razón que se me escapa no es el Unicaja un club fácil para trabajar, a pesar de su gran potencial, infraestructura, y trabajo con la cantera. Un poco al estilo del Valencia de fútbol es un club incapaz de encontrar estabilidad y que vive muy nervioso. Quizás deberían aplicarse un viejo remedio que suele funcionar: paciencia. De eso Aíto sabe bien, hay que recordar que en su segunda y exitosa etapa en el banquillo verdinegro del Joventut está cinco temporadas pero los títulos sólo llegan en las dos últimas. Por eso el Aíto actual rehúye los banquillos con presión y los clubes grandes, prefiriendo trabajar con proyectos que le aseguren madurar sus ideas y su trabajo con los jugadores, siendo igualmente eficaz con los más jóvenes que con veteranos, tal y como estamos viendo hoy día con Albert Oliver.   


EL JUEGO Y EL ESTILO: tan importante o más que el apartado estadístico, de resultados y títulos, resulta el del juego en sí mismo para comprender el trabajo de un entrenador de baloncesto, auténtico legado que quedará para los continuadores de este deporte. En ese sentido la figura de Aíto resulta gigantesca y fascinante. No ha sido entrenador férreo y atado a un estilo, de único libro. La paleta de Aíto se ha ido ampliando con los años. Capaz de adaptarse a un deporte cambiante y en constante evolución (evolución a la que él ha contribuido, tanto a nivel táctico como técnico e incluso tecnológico), sus equipos han mostrado distintas caras según el contexto del momento. Una capacidad de adaptación que le emparejaría con maestros como Obradovic, capaz de ganar euroligas con un baloncesto infumable, a cámara lenta, o con un juego esplendoroso (la evolución que va de sus primeras copas ganados con Partizan o Joventut a las últimas con Panathinaikos), y que supera a otros técnicos que no han tenido esa capacidad de adaptación, caso de Maljkovic o incluso Messina (aunque hay que estar atentos a este nuevo Messina NBA y ver si por fin se olvida de sus dogmas sobre el “extra pass” y estirar la posesión y reconoce que en 2016 hay que jugar de otra manera) Aíto fue de los primeros técnicos españoles en dar importancia a las rotaciones, en un baloncesto en el que aquello parecía anatema y la mayoría de los equipos exprimían a su quinteto titular sobre la pista, sólo realizando cambios en caso de expulsiones o para proteger a alguna figura con cuatro faltas personales. Nuestro protagonista siempre fue consciente de la importancia de la dosificación física en un deporte cuya naturaleza, pese a los olvidables años del “basket control”, es la de jugar a campo abierto y buscar en la velocidad un aliado. Hallazgos como reconvertir a Andrés Jiménez en alero, inaugurando en nuestro país la figura del “alero alto”, demostraban la modernidad de un Aíto rompedor en su filosofía baloncestística que buscaba constantemente el cambio y la sorpresa ante sus rivales. Obsesión defensiva y maquiavelismo (“si haces 20 faltas te pitarán 20 faltas, si haces 200 te pitarán igualmente 20, por tanto haz 200”), padre del karate-press y cerebral manipulador (aquello de “la bula de Petrovic”) en los años en los que vivía bajo la tensión de dirigir un club ganador (y obligado a ganar) como el Barcelona. En resumidas cuentas podría afirmarse que la gran evolución de Aíto es precisamente la de liberarse de la presión de los focos y comenzar a trabajar en proyectos más a largo plazo donde su magisterio puede dejar mejor calado. Es el Aíto post-Barcelona un entrenador más agradable en todos los sentidos, en el juego y en el trato. Forjador de jóvenes valores y maestro de nuevos entrenadores. Sus defensas zonales siguen siendo referencia, ahí está esa 1-3-1 press que tanto usa Laso sin ir más lejos, y ya que hablamos de Laso, es justo reconocer que hasta la llegada del vitoriano al banquillo madridista, el equipo más espectacular y atractivo de ver para el aficionado en muchos años había sido el Joventut de la segunda etapa de Aíto.  

Siga dando clases, maestro.   



Estas fueron nuestras dos entradas dedicadas a la carrera de Aíto:    






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