lunes, 6 de junio de 2016

LOS WARRIORS VUELAN EN EL ORACLE



Golden State pone el 2-0 en el marcador de las finales haciendo bueno el factor cancha y confirmando la condición de fortín del Oracle Arena (51-3 de balance esta temporada) Dos victorias en las que han demostrado una superioridad brutal, nada que ver con las finales de 2015 en las que Cleveland  logra llevarse una victoria de Oakland e incluso tiene opciones de ganar el primer partido. Había enorme expectación por ver estas finales con LeBron acompañado de Irving y Love (y ahí está el record de audiencia del primer partido), imaginando a unos Cavaliers mucho más fuertes que el año pasado, pero la realidad es que los Warriors también son superiores a la versión del pasado curso, que si ya era buena, se transmuta en inalcanzable para el resto de franquicias NBA, tanto que huele a dictadura, dinastía, tiranía… con el peligro que ello conlleva de cara a que muchos aficionados pierdan interés por una liga con un equipo tan superior al resto. Ni siquiera necesitaron la mejor versión de Stpehen Curry en un primer partido protagonizado por los habituales secundarios de la plantilla californiana. Hasta siete jugadores de Steve Kerr estuvieron en dobles dígitos anotadores, destacando un enorme Shaun Livingston con 20 puntos (80% en tiros de campo), 4 rebotes y 3 asistencias en 26 minutos en pista. Barbosa sólo necesito 11 minutos para anotar otros tantos puntos, dejando canastas de gran belleza, e Igoudala se volvió a reivindicar como factor decisivo de las finales con 12 puntos, 7 rebotes y 6 asistencias, pero por encima de todo con su superlativa defensa sobre LeBron James. The King cumplió sobradamente rozando el triple-doble (23 puntos, 12 rebotes y 9 asistencias), pero en los ataques que Igoudala fue su par sólo pudo convertir una canasta, y hablamos de nada menos que 22 posesiones en las que el vigente MVP de las finales se emparejó con James. Con todo eso, el pobre 8 de 27 en tiros de campo sumado entre Curry y Klay Thompson se revela anecdótico. Los Warriors pusieron el 1-0 con una lección de coralidad dejando al descubierto las costuras cavaliers y la enorme dependencia de LeBron James. Después de llegar incluso a ponerse por delante a poco de finalizar el tercer cuarto, con los mejores minutos de Cleveland en toda la serie y Steve Kerr rompiendo literalmente su pizarra ante la inoperancia de su equipo, Tyronn Lue sentó al de Ohio tras una breve reacción warrior (68-71 para los de Oakland) En apenas tres minutos los cavaliers encajaron un parcial de 11-0 coincidiendo con la presencia de su líder en el banquillo. Ahí se acabó el partido. 




Steve Kerr destrozando su pizarra. Luego su equipo destrozó a los cavaliers.



El primer partido dejaba por tanto varias lecturas. Los warriors demostraban su mayor profundidad de banquillo y mejor roster, pero los cavs, con las mejores versiones de James e Irving (Love, definitivamente, confirma su estatus de “loser”, poco resolutivo en ataque más allá de quedarse en la esquina esperando al triple, con 11 puntos por partido en este comienzo de series, y un tremendo agujero en defensa cada vez que le han puesto un cinco delante e incapaz igualmente de salir con éxito a las ayudas exteriores, en definitiva, un desastre), parecía que podrían intentar morder en el segundo encuentro, en el que, por otro lado, se esperaba la resurrección de los Splash Brothers, unos Curry y Thompson muy por debajo de su nivel en el partido inaugural de las finales. 


Y lo que vimos fue una exhibición warrior en toda regla. Pese al buen trabajo defensivo de los de Cleveland especialmente en el primer cuarto, con Richard Jefferson manteniendo al equipo al final de un primer cuarto muy defensivo (protagonismo para Bogut por los californianos, con cuatro tapones) en el que logran ponerse por delante. A partir del segundo acto veríamos a los Golden State que llevan maravillando todo el curso: transiciones rápidas, jugadas espectaculares hiladas en apenas tres pases y el letal “catch and shoot” con el que no han parado de destrozar rivales partido tras partido, impulsados por la adrenalina de un Draymond Green que se postula para MVP de las finales (28 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias) Cuando algunos analistas dicen que el auténtico líder de estos warriors es este power-forward multidisciplinar no es una frivolidad ni ninguna extravagancia. Los Splash Brothers son la dinamita de Kerr, pero no se podría entender a este equipo sin un jugador como Green que no sólo oficia como “pegamento” invisible responsable de eso que llaman “intangibles”, si no que su productividad es tan tangible como la brutal tarjeta estadística que nos deja en el segundo choque. Poco importa que LeBron James vuelva a rozar el triple-doble (19 puntos, 8 rebotes y 9 asistencias), y que acreciente su condición legendaria (excepto para los “haters” de turno, casos perdidos que seguirán negando la magnificencia de este jugador), convirtiéndose en el único baloncestista que es Top-10 histórico en post-temporada en puntos, rebotes y asistencias. La superioridad de los warriors es tan brutal que ya comienza a olisquearse la posibilidad de un humillante “sweep” (barrido), con un 4-0 final para redondear la mejor temporada jamás realizada por un equipo NBA en toda la historia. 



Esperemos equivocarnos y que Cleveland sea capaz de plantar batalla en el Q Arena y ser capaces de alargar una serie que de momento sólo tiene el color amarillo y azul de los Locos de la Bahía. Un equipo ya histórico y que supone un regalo para cualquier aficionado por su manera de entender el baloncesto de ritmo alto y posesiones cortas (lo cual no supone descuidar la defensa, más bien al contrario, ya que no puede haber contraataque sin defensa), pero por el bien de este deporte, necesitamos que tengan rivales capaces de plantarles cara durante 48 minutos. Y en ese sentido, parece claro que LeBron solo no puede.  




LeBron está mejor que Curry, pero el colectivo warrior arrasa.





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