lunes, 22 de mayo de 2017

LA PASIÓN TURCA DE ZELJKO OBRADOVIC







Se cumplieron los pronósticos. Cuando hace un año se conocía que Estambul sería la sede de la Final Four 2017 no pocos apuntaron al Fenerbahce de Zeljko Obradovic como principal candidato al título. El entrenador de las ocho copas de Europa, quien había logrado el cetro continental en todos sus anteriores clubes (excepto en su etapa italiana al frente de la Benetton Treviso durante dos temporadas), se encontraba con todo a favor para engrandecer su inabarcable leyenda. Un presupuesto de escándalo, una plantilla de lujo, una afición bulliciosa y un país entero que nunca había visto a un equipo suyo reinar en Europa, todo ello en la ciudad por excelencia del baloncesto otomano. 


No ha sido un camino fácil el de los aurinegros, castigados por las lesiones de hombres clave (Datome, Sloukas, Bogdanovic…) durante gran parte de la temporada, complicándose la vida en liga regular, finalizando con factor cancha en contra y en el recuerdo humillantes derrotas como la sufrida en Vitoria por nada menos que 34 puntos de diferencia. Claro que hace ya muchos meses de aquello.  El tortuoso transitar de los de Obradovic les permitió, por otro lado, llegar a la cita decisiva con la siempre apetecible etiqueta de “tapado”. Una etiqueta que las casas de apuestas y los analistas más serios se encargaron de derribar. El Fenerbahce, el equipo que había pasado por encima del Panathinaikos en cuartos de final y que destrozaba sin piedad a todos sus rivales en la nada fácil liga turca (incluyendo una paliza de 39 puntos de diferencia al potente Efes Pilsen pocos días antes de comenzar la Final Four) era el gran favorito para alzarse con el título.


Cuentas pendientes en el partido de semifinales entre los turcos y un Real Madrid que buscaba el más difícil todavía. No era el partido más importante para un Pablo Laso al que sólo la supina ignorancia puede exigirle ya nada cuando se trata de un entrenador que lo ha ganado todo y ha superado compromisos sin red, pero sin duda se trataba del reto más complicado. El regusto que queda de la participación madridista es amargo. Nada debería empañar su magnífica Euroliga, pero en la Final Four lo mejor que se puede decir de su paso por Estambul es que han llegado hasta ahí… y no es nada fácil hacerlo, como bien saben los propios madridistas a poco que recuerden los años anteriores a la llegada de Laso. Otra buena noticia para el baloncesto blanco fue la designación de Sergio LLull como MVP de la temporada regular. Uno más para la colección particular del baloncestista español del momento. 


Pero lo cierto es que el equipo de Laso apenas tuvo opciones ante un Fenerbahce superior desde el salto inicial. Hasta cinco balones perdieron los blancos en un primer cuarto que con 21-13 ya les obligaba a nadar contracorriente. Parecieron engancharse en el segundo acto, con los triples de Llull y Thompkins (26-24 a falta de cuatro minutos para el descanso), pero en un abrir y cerrar de ojos los de Obradovic estiraron de nuevo la diferencia para dejar el marcador en un 42-33 a la hora de pasar por vestuarios. En la segunda parte comenzaría el recital de Ekpe Udoh, destrozando el aro rival desde la media distancia en un “clinic” del lanzamiento menos utilizado a día de hoy en el baloncesto mundial, y repartiendo juego a sus compañeros en una asombrosa exhibición de visión de juego. Rozó el triple-doble (18 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias) y presentó de manera contundente su candidatura a MVP de la Final Four, galardón que finalmente cayó en las manos de este número 6 del draft de la NBA de 2010, quien si no logró triunfar en la mejor liga del mundo, en el baloncesto europeo se muestra absolutamente dominador.


En la final los anfitriones recibirían a otros clásicos. Un Olympiacos que fue fiel a su tradición de bestia negra del CSKA Moscú, derrotando a los de Itoudis en el partido inaugural de la final a cuatro con un guión calcado al de 2012, 2013 y 2015. Los del ejército rojo mandando durante prácticamente todo el partido. Los griegos se pusieron por primera vez por delante (salvo un 7-9 al comienzo del encuentro) a falta de 1.53 para el final gracias a un triple del eterno Spanoulis. No necesitaron más. A De Colo y Teodosic les tembló el pulso en los siguientes ataques y viejos fantasmas del pasado reciente nublaron la vista de la mejor pareja exterior del continente, y pese a que el mismísimo Spanoulis falló un tiro libre final que dejaba a los rusos con opciones de prórroga, los de Sfairopoulos supieron gestionar su exigua renta en el último minuto para colarse en otra final de la máxima competición continental. La cuarta final en seis años para el equipo más nietzchiano de Europa, el de la ley del eterno retorno.


Pero la machada helena no fue más allá, y en la gran final el equipo de Obradovic no dio opción alguna. Otros 40 minutos por delante en el marcador para rubricar una estratosférica Final Four con un dato incontestable: durante los 80 minutos disputados el equipo turco estuvo por delante en el marcador. No cedieron ni una sola ventaja. Udoh volvió a ser determinante, pese a sólo registrar dos lanzamientos a canasta en juego, pero su comparecencia por 10 veces en la línea del tiro libre habla a las claras de la imposibilidad de defenderle por mucho que el equipo ateniense se presentase en la Final Four con la mejor defensa del continente. Anotó 8, para acabar el fin de semana con un notable 10 de 12 desde la “charity line”. Un 83% de acierto para un jugador que durante la temporada estaba promediando apenas un 64%. Igualmente reseñable que los cuatro tiros de esa distancia de Jan Vesely acabasen dentro… cuando es un jugador que rozaba un patético 55% desde el tiro libre. El trabajo de mentalización del equipo turco ha sido extraordinario, como extraordinaria ha sido la final a cuatro del MVP. Ekpe Udoh promedió 14 puntos, 10.5 rebotes, 6 asistencias y 3.5 tapones, con un 64.3% en tiros de campo y el referido 83.3% en tiros libres. Una de las mayores exhibiciones individuales que se recuerdan en la Final Four.


La distancia entre Obradovic y los demás se hace cada día más insalvable. Nueve copas de Europa. Las mismas que el club más laureado del continente, el Real Madrid. Un Real Madrid que dejó todavía una peor imagen en el intrascendente partido por el tercer puesto, hasta verse por 24 puntos abajo en el marcador final, desatando las iras de parte de la afición blanca en un club malacostumbrado a los brutales extremismos de pasar del todo a la nada y del blanco al negro para pedir cabezas en bandeja de plata y limpiezas de vestuario cuando el proyecto de Laso, vista la temporada realizada hasta el momento, goza todavía de una excelente salud. Pablo Laso, el exitoso técnico madridista, es ahora señalado por muchos en una vergonzosa demostración de ventajismo que no hace sino retratar al mal aficionado, ese que no comprende la realidad de algo tan sencillo como que en el deporte del más alto nivel convive la victoria junto a la derrota, y no comprender y aceptar dicha convivencia no lleva si no a la frustración, una frustración que en muchas ocasiones acaba rompiendo juguetes que funcionaban, pero que al caprichoso y malcriado aficionado le han dejado de hacer gracia y llora porque le compren uno nuevo. Mal haría el club blanco en no entender que en el baloncesto europeo actual, que nada tiene que ver con aquellas copas de Europa de los 60 y los 70 en los que un equipo como el Real Madrid tenía prácticamente alfombra roja hasta semifinales, llegar a la Final Four es un éxito que hay que saber valorar. Pero esa es otra historia de la que ya hablaremos en próximas entradas. 


La Historia con mayúsculas del baloncesto continental empieza a escribirse con el nombre propio de Zelimir Obradovic. Un sobrio base retirado muy joven, con apenas 30 años, para, siendo consciente de su ascendencia en el vestuario, comenzar a dirigir a quienes hasta hacía poco habían sido sus compañeros en la pista. Inaudito que un solo hombre tenga en su palmarés tantos títulos como el club que más títulos ha ganado en una máxima competición, habiendo ganado sólo uno de ellos con dicho club. Pero es que en Obradovic lo inaudito siempre es posible en un entrenador que no ha parado de buscarse nuevos retos. Después de haber alcanzado la excelencia en Atenas con un Panathinaikos para quien siempre será Zeus ahora ha llevado al baloncesto turco de clubes a reinar por primera vez en el continente. Ha necesitado para ello tres intentos y una plantilla a su medida, con jugadores físicos, versátiles y con buena mano. Jugadores del baloncesto moderno, sin necesidad de pívots descomunales (Udoh es un 2,08 y Jan Vesely, pese a sus 2,13, comenzó jugando como alero en el Partizan de Belgrado), un baloncesto moderno al que Obradovic a diferencia de los Messina, Maljkovic, Repesa y compañía sí se ha sabido adaptar. Por eso sigue siendo el mejor.  



Pero no le ha sido nada fácil volver a reinar… por eso insistimos, aunque ya hablaremos de ello… que nadie mate a un Pablo Laso que seguro también guarda un ejemplar de “Así habló Zaratustra” en la biblioteca de su casa, porque, si no le cortan la cabeza, que nadie dude que también el Real Madrid del lasismo protagonizará su particular eterno retorno. 





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