lunes, 18 de septiembre de 2017

EL AÑO DEL DRAGÓN





El Puente de Los Dragones, en Ljubljana




Cuenta la leyenda griega que Jasón, acompañado de los argonautas, después de encontrar el vellocino de oro en Cólquida (en la actual Georgia), en su regreso al hogar se detuvo junto a sus compañeros en el río Ljubljanica para transportar la nave hasta el Adriático, y allí, entre Vhrnika y Ljubljana, tuvo lugar su enfrentamiento contra un feroz dragón que tenía secuestrada una virgen, dando origen a la peculiar relación entre la capital eslovena y el animal mitológico que George R. R. Martin ha puesto de tanta actualidad. Si usted tiene la suerte de viajar a Ljubljana y pasear por sus calles, encontrará que uno de los puntos de visita obligada es el famoso Puente de Los Dragones, que conmemora tal acontecimiento mitológico, y que aun a día de hoy se asegura que cuando una virgen cruza dicho puente los dragones esculpidos en tan majestuosa obra menean la cola. El dragón figura también como símbolo de la ciudad dentro del escudo de la misma.


Posiblemente el nativo de Ljubljana más respetado por sus paisanos sea, después de estas últimas semanas (si no lo era ya), el base de Miami Heat Goran Dragic, apodado precisamente “The Dragon” desde su llegada a la NBA por uno de sus más célebres compañeros, o ex –compañero en este caso, como fue un Steve Nash de quien seguro el jugador esloveno aprendió parte de su repertorio de movimientos endiablados, ese con el que ha martirizado a sus rivales en el recién finalizado Eurobasket en el que Eslovenia ha hecho historia y del que ha sido justo MVP.


Y Eslovenia ha hecho historia a lo grande. Finalizando el campeonato invicta, contando sus nueve partidos por victorias, anotando 90.3 puntos por encuentro, y pasando de los 90 puntos en cada partido eliminatorio, superando incluso los 100 ante Letonia en un partido inolvidable que con rigor puede ser considerado el mejor del torneo. Pero anoche en la final ante Serbia nos vuelven a dejar un partido para la historia plagado de calidad pero también de épica, ante un rival serbio que no llegó a descolgarse del encuentro en ningún momento para deleite de los espectadores que pudimos disfrutar de una de las finales más bonitas de las últimas ediciones de este torneo.


Eslovenia parecía capacitada para repetir la exhibición ofensiva realizada ante España. Sin apenas circulación de balón y con un “run&gun” más descarado que nunca, mientras Djordjevic era fiel a su estilo y buscaba hacer daño por dentro (los 10 primeros puntos serbios los firman entre Kuzmic, Macvan y Marjanovic) El duelo de estilos quedaba al descubierto desde el primer momento. A Serbia le iba bien, ya que en el empeño esloveno de apenas mover la bola y recurrir a individualidades la inspiración anotadora no era relevante. Dragic parecía controlado, con 6 puntos pero 3 de 7 en tiros de campo, y el 20-22 favorable a Serbia con el que finalizaba el primer cuarto arrojaba unos guarismos perfectamente asumibles para los de Djordjevic, que tenían el partido donde querían.


Parecía que Eslovenia no estaba cómoda y que no encontraba aro con fluidez, pero siguieron siendo fieles a su estilo, a jugar sin red, a penetrar sin miedo y tirar en cuanto hubiera la mínima posibilidad. Y entonces todo voló por los aires con la exhibición de Dragic, que con 20 puntos en el segundo cuarto sentenciaba la candidatura al MVP siempre y cuando los de Kokoskov se colgasen el oro. Canastas de todos los colores, en penetración, bandejas, por elevación, triples lejanos (fundamentales bloqueos y pantallas de Vidmar en todo momento, lo que en la NBA llaman “screen assists”), un recital de fundamentos basados en velocidad, primer paso, dribling y sobre todo bote y manejo de balón para conseguir esos centímetros de ventaja con los que tener un tiro claro. A los amantes del “basket control” les debía estar dando un pasmo, pero para quienes siguen reivindicando el baloncesto como un deporte eminentemente espectacular e imprevisible en el que lo más interesante sucede cuando los guiones preestablecidos se hacen trizas, el segundo cuarto esloveno fue un regalo servido en bandeja de plata por un Dragic majestuoso rodeado de un ejército en el que cada soldado ejecutaba perfectamente su papel, alguno de ellos, al igual que Goran, también moviéndose en terrenos imprevisibles y fantasiosos (ese triple de Prepelic tras saque de banda) Doncic dejaba el highlight del partido con un “coast to coast” en el que los serbios sólo pudieron contemplar como hundía el balón en el aro, mientras que Bogdanovic no encontraba a sus pívots para jugar 2x2 (buenísima defensa de Prepelic sin comerse los bloqueos) El propio Bogdanovic evitaba con una canasta a falta de diez segundos para el descanso que la sangría eslovena se quedase en 9 puntos de desventaja, 56-47 al descanso. Lo mejor que podía decir Djordjevic era que su equipo había sobrevivido a una tormenta ofensiva de primer nivel. 56 puntos al descanso por parte del equipo de Kokoskov… hay selecciones que con pocos puntos más en 40 minutos han ganado campeonatos (Rusia gana el oro en 2007 con 60 puntos en la final, sin ir más lejos)


Serbia subió las líneas en defensa en el tercer cuarto y pese a que Dragic seguía de exhibición, con un triple en la primera posesión eslovena (después de un tapón del imperial Vidmar a Marjanovic), el ritmo anotador esloveno se veía sensiblemente reducido. Dragic volvía a estirar la diferencia a diez puntos (63-53), pero como si fuera un escalador clavado en un puerto de montaña, Eslovenia se quedó varios minutos en ese punto 63 ante la buena defensa serbia que llevaba incluso a hacer agotar posesión al rival. Eslovenia sufría si le obligaban a realizar ataques largos mientras Dragic daba muestras de flaqueza y comenzaba a alternar la pista con el banquillo para evitar unos amenazadores calambres. Los serbios llegaron a ponerse a dos puntos (63-61) tras canasta de un hipermotivado Stimac (al borde la técnica constantemente por sus constantes reclamaciones a los árbitros), pero el regreso de Dragic abría de nuevo una pequeña brecha (69-61), parecía que Eslovenia había pasado un momento crítico, pero Serbia reaccionaba con dos triples consecutivos para volver a ponerse a dos, hasta que Dragic con dos tiros libres cerraba el tercer cuarto en 71-67.


Las alarmas se habían encendido en el banquillo esloveno con la caída de Doncic mediado el tercer cuarto tras un golpe con Randolph. No volvería a entrar a la pista, aquejado del tobillo, y Kokoskov perdía a su jugador multidisciplinar y el esloveno que mejor cierra el rebote defensivo. Casi nada. Por otro lado los calambres de Dragic ya eran una realidad y su presencia en la pista casi parecía una rémora para su equipo más que su tabla de salvación. Todo se ponía de cara para Serbia pese que una antideportiva de Guduric y la aparición fulgurante de Jaka Blazic (cuatro puntos consecutivos para estirar el marcador a 77-70) daban aire a Eslovenia. Aun así las sensaciones no eran buenas y volvieron a estancarse en el punto 77. Macvan culminaba un parcial de 0-8 y Serbia se ponía por delante. Eslovenia necesitaba algo a lo que aferrarse, y Prepelic y Randolph decidieron tomar el mando. Pero sobre todo el escolta de Maribor acabaría convirtiéndose en el héroe del partido. Con el partido en el alambre el oro parecía decidirse en el duelo Prepelic-Bogdanovic. Kokoskov no se la jugaba con un Dragic fundido y acalambrado. Cada posesión valía su peso en oro y Kuzmic elegía el peor momento para fallar dos tiros libres, mientras que Prepelic volvía a dar ventaja a su equipo (84-82 a 2.20 para el final) Tras tiempo muerto Bogdanovic fallaría un triple vital y Randolph anotaría un canastón con falta adicional que obligaba a Serbia a jugar contra reloj (precisamente lo que menos gusta a Djordjevic) No es fácil manejar la presión en momentos así, y hasta un tirador de primera clase como Randolph fallaba el tiro libre adicional. Bogdanovic no se escondía y en el ataque siguiente volvía a tomar la responsabilidad encontrándose con el muro de Vidmar, taponando toda esperanza serbia y encarrilando un oro histórico para Eslovenia sentenciado finalmente desde los tiros libres.


Un triunfo con buen baloncesto y con épica, sin sus dos mejores jugadores en pista. Dragic se quedó en unos enormes 35 puntos, 7 rebotes y 3 asistencias, pero por momentos parecía amenazar el record de puntos en una final, en posesión de su entrenador rival, Sasha Djordjevic, con los 41 que les endosó a la Lituania de Sabonis y Marciulonis en la final de 1995 (Marciulonis, por cierto, MVP de aquella edición, de hecho Djordjevic pese a aquella exhibición en la final no llegó ni a entrar en el Quinteto Ideal del torneo) Eslovenia ha hecho un campeonato enorme y su triunfo es una buena noticia para el baloncesto, que agradece así su propuesta de juego valiente y descarada. Goran Dragic, el Dragón esloveno, esta vez vence a Jonás y se retira de su selección llevándola a lo más alto. Bat-Man cede el testigo a Robin, y Luka Doncic será a partir de ahora el líder del baloncesto de su país. Klemen Prepelic, qué duda cabe, es otro de los jugadores que sale reforzado de este campeonato. Sus horas en una liga menor como la francesa parecen contadas, y vuelve a estar en el foco mediático como sucediera a principios de la década, cuando llegó a sonar como futurible NBA y los ojeadores de la mejor liga del mundo tenían su nombre en las agendas tras sus actuaciones con el KK Helios cuando todavía era adolescente. Gasper Vidmar ha sido otro de los hombres claves para Kokoskov. En un baloncesto moderno en el que el cinco grande, que no sale de la zona, cada vez tiene menos relevancia, este veterano 2.08 ha sido una pieza clave para el oro esloveno muy por encima de lo que digan sus números. Ayer se retira con una tarjeta de dos puntos, cinco rebotes y tres tapones, pero su estratosférico +17 con él en cancha, en un partido que nunca estuvo roto, demuestra su incidencia en el juego esloveno. Ha sido uno de los grandes generadores del ataque de su selección con la eficiencia de sus bloqueos y pantallas para sus tiradores. Y por último hay que destacar también a Anthony Randolph, un superclase a veces bajo sospecha por su ausencia de temperamento o, al contrario, por exceso del mismo. En esta ocasión en todo caso habrá sido lo segundo, y es que hemos visto a un Randolph a partir de las eliminatorias tremendamente motivado en la lucha por el título como si fuera un nativo de Ljubljana de toda la vida. Su juego de cuatro abierto ha sido clave para Eslovenia, a pesar de su mal arranque de torneo. Falló sus nueve primeros intentos triples, realizados en los cuatro primeros partidos, pero a partir del choque contra Francia ha hecho una serie brutal de 10 aciertos de 15 intentos. Tampoco han faltado sus exhibiciones taponadoras, y además no ha rehusado la lucha en ningún momento, al contrario, le hemos visto encararse constantemente con sus rivales.


¿Y qué decir de Igor Kokoskov? No podría entenderse el éxito esloveno sin la mano de un entrenador que aceptaba el reto de dirigir a una selección con un potencial superior después de sus notables actuaciones con Georgia, donde, como no podía ser de otro modo, dependía del juego interior de los Pachulia y Shermadini, todo lo contrario que en la actual Eslovenia. Kokoskov representa la inteligencia baloncestística capaz de obtener lo mejor del baloncesto europeo junto al de la NBA. Después de aprender y evolucionar al lado de entrenadores tan dispares como Alvin Gentry, Larry Brown o Flip Saunders, ya no puede haber dudas sobre su capacidad como primer entrenador.


Serbia se cuelga la plata… otra vez. La selección de Djordjevic se está acostumbrando a ser subcampeona de todo. Suman ya cinco medallas en su corta década de vida, todas ellas de plata, dos en Europa. Con Sasha han conseguido una enorme fiabilidad competitiva, nadie puede dudarlo. Desde que se hiciera cargo del banquillo serbio relevando al legendario Ivkovic, después del verano de 2013, sus cuatro veranos como seleccionador de su país se han saldado con cuatro semifinales, tres finales y tres medallas de plata. El mérito, qué duda cabe, es haber llegado a esas finales en tan corto espacio de tiempo y con tanta regularidad. Pero ese baremo hay que aplicárselo entonces a otros entrenadores (Pablo Laso, por ejemplo), a los que no se les perdona perder finales. Djordjevic sigue sin ganar ninguna, y pocas ocasiones mejores que la de ayer se va a encontrar tal y como comenzaba a desarrollarse el partido en su acto final con Eslovenia desprovista de sus dos mejores jugadores.


El tercer lugar del cajón lo ocupa España, despidiéndose del campeonato con muy buenas sensaciones tras un gran partido ante una Rusia que sólo inquietó con un arreón final. A nuestra selección ya le dedicaremos una entrada aparte, pero hay que reconocer que después de Eslovenia, e incluso por delante de Serbia (pese a obtener una presea de menor valor), es el equipo que se va con mejores números. Sólo una derrota (Serbia se va con dos) y ante los campeones. Ocho victorias. La despedida de Navarro (también merece entrada aparte), el relevo que va llegando (los Hernángomez, Sastre, Oriola…), una décima semifinal continental consecutiva, y un romance con los metales histórico. Sin duda alguna, Estados Unidos al margen, el mejor combinado del baloncesto de selecciones del siglo XXI. Sepamos valorarlo, aunque este haya sido el año del dragón.




El Dragón de Eslovenia



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