viernes, 11 de mayo de 2018

LASO, IDILIO CON LA FINAL FOUR




Laso, la rutina del éxito





El Real Madrid será el único representante español en la Final Four de Belgrado. Cumple con lo que empieza a ser tradición en el club blanco, y en el baloncesto español, que durante 16 años consecutivos mete al menos un equipo de nuestra liga en el fin de semana más importante en el baloncesto europeo (este año se caen los griegos, por mucho que el presidente de la federación helena hable de un declive del baloncesto de nuestro país) La fiabilidad del Real Madrid con la final a cuatro comienza a resultar tan natural que corremos el peligro de no saber valorar el mérito de llegar hasta aquí, especialmente en esta temporada de desgracias, infortunios y lesiones para el equipo madridista. Por si algún despistado todavía no se ha dado cuenta, hablamos de una Euroliga en la que el Madrid ha jugado 34 partidos hasta llegar a Belgrado, de los cuales ha tenido ausente a su mejor jugador de las dos últimas temporadas, Sergio Llull, en 32 de esas ocasiones. Gustavo Ayón se ha perdido 18, Anthony Randolph 15, Trey Thompkins 7, Facundo Campazzo 6 y Rudy Fernández 5. Incluso Luka Doncic estuvo ausente durante tres partidos, cruciales para la clasificación final del partido. Por su parte Ognjen Kuzmic, gran refuerzo interior para esta temporada, se lesionó en el segundo partido de liga regular frente al CSKA de Moscú, disputando en total poco más de 9 minutos en toda la competición europea. Bien es cierto que tras su grave lesión el club se movió en el mercado con un fichaje como el de Walter Tavares, quien ha disputado 27 partidos, pero hay que recordar que durante varios partidos de invierno el equipo tuvo que jugar sin un cinco puro y con Thompkins y Felipe Reyes como únicos interiores. 

Ha sido la Euroliga de los puzles de Laso, un técnico que sale todavía más reforzado tras esta durísima serie ante Panathinaikos. Un Madrid con plan B, que supo leer la eliminatoria a partir de la paliza del primer partido. Visto ahora con perspectiva, aquel primer encuentro en el que algunos madridistas impacientes y con poco juicio analítico pedían la cabeza de Laso en bandeja de plata y la limpieza absoluta de un vestuario al parecer envejecido, significó un libro abierto del juego del equipo de Xavi Pascual que Laso y sus jugadores aprovecharon para leer desde la primera hasta la última página de la paliza de 28 puntos recibida. Si el Madrid no iba a poder jugar a su estilo habitual de velocidad de crucero habría que bajar al lodo y el barro y ponerse a picar piedra con el mono de trabajo. Los “jubilados” Felipe y Rudy tiraron de galones y veteranía reuniendo a sus compañeros hasta altas horas de la madrugada para explicarles cómo sobrevivir en el particular Vietnam en el que a veces se convierte el baloncesto, un escenario que ambos veteranos conocen perfectamente de su trayectoria en el propio Real Madrid y en la selección española (otro equipo al que habitualmente se le da por muerto antes de tiempo) Insisto en que no se puede entender el 1-3 final y el pase a la Final Four de los blancos sin la exhibición griega del primer partido, en el que Nick Calathes reparte hasta 16 asistencias en una noche histórica. En los siguientes tres partidos daría un total de 13. 8 en los dos de Madrid. En los dos partidos del Palacio los jugadores de Laso dejan en 4 asistencias por partido a un jugador que había repartido 8.1 por encuentro de liga regular. Poco les importó a los blancos los 26 y 18 puntos que el greco-americano les endosó respectivamente en ambos partidos. El Real Madrid entendió que un Calathes muy anotador pero poco repartidor convertía al Panathinaikos en un equipo menos peligroso. 

El Real Madrid sobrevivió al infierno griego gracias al oficio de jugadores como Felipe Reyes, segundo jugador con mejor valoración media de la serie, 13.8, necesitando sólo 11 minutos por partido. Sus números hablan por sí solos. 13 de 15 en tiros, 8 de 13 en canastas de 2 y 2 de 2 en triples. Colosal. Sacó 3.8 faltas por encuentro, es decir, prácticamente sacó una falta personal del rival cada 3 minutos que estuvo en pista. Gracias a la hiperactividad defensiva de Rudy y Taylor, muy utilizados por Laso en esta serie. Gracias a un Ayón reivindicándose como el “cinco” ideal para el juego de este Madrid (memorable su cuarto partido con 12 puntos, 6 rebotes, 4 asistencias, 3 robos y 2 tapones) Gracias a un Carroll en modo metralleta, con un 61% en triples durante los 4 partidos (8 de 13), y gracias, como no, a su gran perla eslovena. Un Luka Doncic que acabó cumpliendo los pronósticos y ha sido el mejor jugador en cuanto a números (16 de valoración media) pese a lo complicado de su comienzo en la serie con Thanasis Antetokounmpo como particular perro de presa. 

Tuvo que tirar por tanto Laso de épica y ética más que de estética para acudir a una nueva Final Four. Es la quinta en seis años. Sólo Obradovic, con seis presencias, supera al vitoriano en finales a cuatro en el siglo XXI. No nos cansaremos de repetirlo, llegar a una Final Four en la Euroliga actual tiene tanto mérito como ganar una Copa de Europa en los años 60. Repasen la historia de la competición si no me creen.  

Una nueva final a cuatro en la que también estará el siempre favorito CSKA, precisamente rival de los blancos en el partido de semifinales. Los de Itoudis, al igual que el resto de series, dejaron en la cuneta al Khimki con un marcador final de 3-1 y polémica en el cuarto partido, cuando los árbitros anularon la última canasta del equipo de Bartzokas al no estar el cronómetro en marcha, ordenando repetir una posesión que en el segundo intento no tuvo éxito y dejó al CSKA un punto arriba y obteniendo pasaporte para Belgrado. Siendo justos hay que reconocer que no fue un fallo ni arbitral ni de mesa, si no del propio equipo local, que había solicitado un cambio que no fue anulado, razón por la cual la mesa paró el tiempo. Si se puede achacar como error a los árbitros en todo caso no haber atendido las advertencias de la mesa de que no se pusiera el balón en juego. Tardaron tanto en darse cuenta que dejaron al Khimki anotar una canasta en unos segundos que no se deberían haber jugado sin haber hecho el cambio solicitado. 

Es la séptima final a cuatro consecutiva de los rusos y la 15ª en 16 años. Una descomunal burrada. No obstante hay que recordar que en estos siete años llegando a la gran cita final sólo han podido levantar el título una vez, y es que en toda la década actual sólo Olympiacos ha conseguido ganar el trofeo más de una vez. El dato debería bastar para darse cuenta de lo injusto de las críticas a Laso por haber ganado el título “únicamente” en 2015.  

Junto al CSKA el otro gran favorito es el Fenerbahce de Obradovic. Cuarta Final Four consecutiva de un equipo turco definitivamente instalado entre la gran élite europea. Defienden título en la cancha que comenzó a dar gloria al Dios Zeljko. Y es que el serbio juega en casa. Enfrente tendrán a la auténtica revelación del torneo, un Zalgiris Kaunas que con el segundo presupuesto más bajo de la competición se ha colado entre los cuatro mejores pese a no contar con estrellas de relumbrón en su roster. La veteranía de ilustres del baloncesto lituano como Jankunas o Kavaliauskas, la experiencia del esloveno Beno Udrih, la sobriedad de Kevin Pangos, y la revelación que ha supuesto Brandon Davies, explotando en los play offs contra Olympiacos (hablamos de un jugador que había promediado 8.5 en temporada regular y ha subido sus números en play offs hasta 19.8) han sido claves para entender el éxito del histórico club verde, pero sobre todo la clave parece encontrarse en el trabajo del legendario Sarunas Jasikevicius en el banquillo, insuflando a sus jugadores de una competitividad y una dureza mental que les ha convencido de que ningún equipo tiene porque ser superior a ellos. Un ejemplo de baloncesto que comienza en el cerebro, como los actuales Utah Jazz de Quin Snyder en la NBA.   




Jasikevicius obró el milagro.




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